Ausencia y oscuridad:

Basé mi propia voz en tus susurros nocturnos,
esa paz, tan incandescente y nítida.
Un límite inaclansable: el sonido de tus sueños,
ese estremecimiento que me obnubila.
Un tramo, un pequeño espacio distante...
distante de tiempo, distante del mismo espacio.
Un camino cruzado por infinitos infantes,
pueriles miradas, juveniles rostros tan tristes.
Lo que pocos entienden es que, esas jóvenes facciones,
representan mi envidia, mis celos y mi ira, tan contenida,
hacia lo absurdo, hacia lo humano, hacia lo áspero,
hacia lo abstracto y a lo absoluto.
Tan abstracto como el alma, o como el agua,
o como el agua de los cielos cuando cae.
Un delirio, es la fiebre, es la fiebre que me anestesia,
me pierdo en el caudal de los mares.
Océanos interminables, pendientes de nuevos planes,
ideas refulgentes, ideas que matan inconscientes.
Reflejos de un nuevo encanto: tu mirada
tan absurda, tan convincente, tan efímera,
como el polvo de mis dedos, como el polvo del ensueño.
Eso fuiste, sólo eso, sólo polvo.
Adherente, admisible, bienvenida, adiestrada,
mentirosa, indulgente, inescrupulosa, indescente.
Asesina, asesina de grandes sueños,
asesina de forzados alientos.
Asesina de intentos desesperados,
creadora de mi desesperación.
Si tan sólo pudiera obviar, negar, negarme absolutamente todo, sería algo parecido a una felicidad, aunque sea una máscara, aunque sea algo que sólo yo me crea, me sería suficiente. Se me escapa la rabia de los dedos, se me escapa la calma del craneo, se me agotan las lágrimas, se incendian mis pupilas tan frías. Me golpeó, esta realidad, tan súbita, tan incoherente como tus palabras. Tan real, tan real como el amor, ese amor que no supiste devolverme y decidiste simplemente obviar, obviar mis sentimientos. Elección, eso fue, elegiste, elegiste mal, elegiste bien... no lo sé. Pero no me elegiste a mí, esto nunca lo vas a leer. ¿Quién sos? Permitime contestarte. Esa cosquilla constante que tengo en el párpado, esa molestia inagotable, esa gota enferma que moja mi cara. Aprendí a amarte de una manera tan ciega, el velo de tu encanto cubrió mis ojos y no me dejaste ver, no me dejaste verte.
La parte triste, la parte que nadie quiere leer, la parte que nadie quiere senir: el llanto, la angustia. Fuiste la descubridora de mi dolor más profundo, cavaste insesantemente mi alma y llenaste el hueco con un vacío aún más grande, aún más profundo, y aún más difícil de sanar. Gracias, gracias, gracias, ¡gracias!. Por destarparme los ojos, por sacarme la venda, por cortar mis heridas, por desangrarme. Desgarraste mis ganas, tomaste sin permiso mis ganas de seguir adelante, te adueñaste de ellas, ¡me robaste! Me robaste cada pizca de ilusión, y sin embargo quiero que vuelvas. Extraño esos besos, extraño tu mirada tan cálida. Tus manos rozarse contra mi espalda, tus labios acariciando los míos como si nada fuera más importante. El tibio sonido de tu respiracón en mi cuello, el aroma de tu piel, el sabor de tu saliva, que ahora recuerdo tan amargo.
Mi inconstancia, mi inconstancia me harta. No puedo pensar, no puedo dejar de pensar, no puedo dejar de pensar en pensar. No puedo dejar de pensarte, como si todavía fueras mía, como si estuvieras presente en tu ausencia tan perfecta, impidiendo que me deje llevar, evitando mi reacción inconsciente. No lo hagas, no me dejes morir, no así. Dame calma, dame un poco de tu amor, aunque sea una mentira.
La parte triste, la parte que nadie quiere leer, la parte que nadie quiere senir: el llanto, la angustia. Fuiste la descubridora de mi dolor más profundo, cavaste insesantemente mi alma y llenaste el hueco con un vacío aún más grande, aún más profundo, y aún más difícil de sanar. Gracias, gracias, gracias, ¡gracias!. Por destarparme los ojos, por sacarme la venda, por cortar mis heridas, por desangrarme. Desgarraste mis ganas, tomaste sin permiso mis ganas de seguir adelante, te adueñaste de ellas, ¡me robaste! Me robaste cada pizca de ilusión, y sin embargo quiero que vuelvas. Extraño esos besos, extraño tu mirada tan cálida. Tus manos rozarse contra mi espalda, tus labios acariciando los míos como si nada fuera más importante. El tibio sonido de tu respiracón en mi cuello, el aroma de tu piel, el sabor de tu saliva, que ahora recuerdo tan amargo.
Mi inconstancia, mi inconstancia me harta. No puedo pensar, no puedo dejar de pensar, no puedo dejar de pensar en pensar. No puedo dejar de pensarte, como si todavía fueras mía, como si estuvieras presente en tu ausencia tan perfecta, impidiendo que me deje llevar, evitando mi reacción inconsciente. No lo hagas, no me dejes morir, no así. Dame calma, dame un poco de tu amor, aunque sea una mentira.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home